domingo, 3 de agosto de 2014

Estimados familiares

Nos llega este mail del director de las excavaciones.

En calidad de Director de la "Excavación de las fosas comunes del Monte de Estépar" les informo que el pasado domingo día 27 de julio finalizó la campaña que se había iniciado el 18 de ese mismo mes. Muchos de ustedes nos visitaron durante esos días y pudieron ver como discurrían las tareas exhumatorias, al tiempo que nos proporcionaban más información de sus deudos. Otros muchos no han podido trasladarse hasta Estépar, o bien han tenido conocimiento de la exhumación cuando esta ya había finalizado.

De manera que quisiera hacer hincapié en la suma importancia que tiene que, en la medida que les sea posible (y aquellos que no lo hayan hecho todavía), nos rellenen la ficha de datos personales de sus familiares, así como tramiten la ficha del Archivo General Militar de Guadalajara (bien por correo convencional o por correo electrónico a la dirección que aparece en la parte superior del formulario; es un trámite gratuito que sólo pueden hacer los familiares; lo que nos va a proporcionar dicho archivo es la Cartilla del Servicio Militar donde aparte de la fecha de nacimiento, también viene la talla, de gran importancia para las tareas de identificación).

Les ruego dichas fichas, una vez cumplimentadas con los datos que sepan, me la remitan a mi correo electrónico (arqueo.montero@gmail.com).

En cuanto a los resultados de la exhumación hemos podido localizar un total de 4 fosas, de las cuales se han excavado tres de ellas, habiéndose recuperado un total de 70 cuerpos (todos ellos varones y de todas las edades), repartidos de la siguiente forma:

-FOSA 2: 26 cuerpos.
-FOSA 3: 27 cuerpos.
-FOSA 4: 17 cuerpos.

En los archivos adjuntos pueden ver algunas de estas fosas, así como el desarrollo de los trabajos exhumatorios.

La FOSA 1 no se ha podido excavar dado que ya no contábamos con tiempo para ello, de manera que, probablemente, volvamos al Monte de Estépar para el 1 de noviembre del presente año, coincidiendo con un acto de homenaje que se hace allí anualmente, para excavar dicha fosa.

Como ya sabrán el número de víctimas asciende a cerca de 400 personas. En este sentido, las pesquisas realizadas al mismo tiempo que estábamos exhumando, nos ha permitido conocer otros 4 parajes en el propio entorno del Monte de Estépar donde también habría fosas comunes. Desgraciadamente algunos de estos parajes se han visto afectados por obras, lo que ha supuesto la muy probable desaparición de las fosas y, con ello, de los restos de las víctimas. No obstante, otros parajes creemos que permanecen intactos, de manera que las futuras actuaciones se centrarán ahí, siempre y cuando se pueda obtener financiación para acometerlas.

A lo largo de los próximos meses, el Equipo Científico, bajo la responsabilidad del Dr. Francisco Etxeberría, procederá al estudio antropológico de los restos humanos que han sido trasladados al Laboratorio de la Facultad de Medicina Legal y Forense de la Universidad del País Vasco en San Sebastián. De forma paralela, los miembros del Equipo seguirán con las tareas de documentación, recopilando más testimonios orales de familiares y vecinos de los pueblos próximos al Monte de Estépar como consultado archivos civiles y militares.

Hay que tener en cuenta que, hasta la fecha, son medio centenar de familias las que han contactado con nosotros, por lo que necesitamos localizar más familiares y así poder recopilar más datos con los cuales poder facilitar las labores de identificación, pues, de momento, no se tiene previsto hacer análisis de ADN, en tanto en cuanto no podamos acotar las posibles identificaciones. Además, necesitaríamos conseguir financiación para ello.

Las novedades que puedan surgir se las comunicaremos, así como la confirmación de la fecha de exhumación de la Fosa 1 que quedó pendiente de excavar.

Si precisan cualquier tipo de aclaración, no duden en comunicármelo.

Reciban un cordial saludo,

Juan Montero
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Dr. Juan Montero Gutiérrez | Arqueólogo
Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos
www.rmhburgos.org

El osario de la infamia

R. Pérez Barredo / Diariodeburgos.es - domingo, 03 de agosto de 2014
¿Por qué este lugar? ¿Por qué se escogió el monte de Estépar para enterrar a tantas víctimas de la represión, un lugar en el que se calcula que puede haber hasta 600 cuerpos, posiblemente más?
No era ninguna leyenda. Y nadie exageraba. Cierto que el monte de Estépar se había convertido en el símbolo de las víctimas de la represión, el lugar en el que, anualmente, se realizaban homenajes a los asesinados por los sublevados en los primeros meses de 1936 aunque nunca se hubiese removido allí la tierra; no, al menos, con intención de hacer exhumaciones legales. Era una cuenta pendiente. Hasta que hace unos días 70 cuerpos revelaron la verdad de todas las informaciones. Esos restos son sólo la punta del iceberg: se calcula que en las alturas de Estépar puede haber hasta 600 individuos sepultados.

La primera fase de exhumación llevada a cabo la pasada semana en Estépar se saldó con la recuperación de 70 cuerpos. Luis López Araico

Pero ¿qué tenía este lugar? ¿por qué fue elegido por los asesinos para convertirlo en un osario de esas dimensiones, posiblemente uno de los más grandes del norte de España? Ignacio Fernández de Mata, historiador, antropólogo y miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, es rotundo: «Responde a una política de represión mucho más coordinada de que lo que se podía creer. Está tomada por las autoridades militares la decisión de exterminar a esta gente y de hacerlo de manera silenciosa, ocultándolo. Se pretende así reducir el impacto en la población civil afecta. Es un acto de pura limpieza ideológica de rojos o ‘asimilados’ y se hace sin darle publicidad al asunto, ocultándolo y negándolo a la población. Y trazan un área, un cordón de distancia mínima suficiente para que no esté cerca de la ciudad pero tampoco lejos, para que la gente no siga a los camiones, para que nadie vea nada y el lugar, además, sea apartado. Estépar reúne todas las condiciones: se llega desde el penal por carretera en poco tiempo y, en este caso y a diferencia de La Pedraja o La Brújula, el terreno es muy fácil de remover, la tierra es casi arenosa», explica.

Estépar, pues, no era lugar de paso como La Pedraja o La Brújula, muchas de cuyas víctimas acabaron allí durante los traslados de presos de la superpoblada cárcel de Burgos a las de Logroño y Vitoria, respectivamente. Estépar era el final del camino. Era el destino de la mayoría de las sacas del penal. Era el lugar de exterminio. El matadero. Se da la terrible circunstancia de que todos los presos del penal que terminaron en Estépar salieron con la carta de libertad... «Cuando existe un plan, cuando hay cientos los que hay que matar, hay que aplicar una logística y una previsión de esfuerzos y de tiempo. Es normal que por el tipo de terreno, Estépar sea la zona con más restos: está comunicada directamente con la prisión, es un lugar oculto...».

Explica Fernández de Mata que el terreno de las fosas abiertas en el encinar era fácil de remover; pero que las fosas que quedan pendientes están en zonas que son puros arenales, «hasta el punto de que han estado afectadas por gente que, de manera ilegal, se ha llevado tierra de allí para obras... Y tenemos testimonios de gente que, removiéndola, se encontró con huesos». Esas fosas revelarán más cuerpos, aunque algunas hayan sido afectadas por las obras autovía y AVE.  Esas fosas pondrá al descubierto la verdad de Estépar, símbolo de la represión.

El osario de la infamia.

Siento su miedo y parece que puedo escuchar sus gritos

R. Pérez Barredo / DiariodeBurgos.es - domingo, 03 de agosto de 2014
Victoria Gómez, Nenita. Cuatro seres queridos están sepultados en Estépar
Todo sucede en un instante, apenas unos segundos: el ruido de la mañana se extingue en lo alto de Estépar y únicamente se escucha, envuelto por el aire que agita las hojillas de las encinas, el sollozo débil y apagado de Nenita, su respiración entrecortada y el temblor apenas perceptible de su cuerpo. Luego el silencio invade la escena. Hasta Tomás ha dejado de hacer fotos y se aleja de ella con discreción. Aunque está acompañada, ese momento le pertenece solamente a ella. Dejamos de existir durante unos segundos porque nada puede violar la sagrada intimidad de lo que está sintiendo esa mujer de 93 años allí, sobre la fosa de tierra removida, desgarradoramente sola bajo el intenso cielo azul de julio, poblada su memoria de rostros y voces de personas queridas que parecen llamarla desde abajo, desde el fondo de la tierra y de las entrañas, convocando los recuerdos y refrescando heridas que no han dejado de doler.

Junto a una de las fosas con la tierra removida, en un silencio telúrico y escalofriante, Nenita se emocionó recordando a los suyos. Tomás Alonso

«Ay, este silencio...», musita emocionada, perdiendo la mirada, y se arranca a hablar en voz baja, tal vez para sí misma, acaso para ellos -Antonio, Luis, Luciano y Luis Próspero- como una letanía mil veces repetida. Respira casi entre estertores. «Está siendo muy doloroso», dice al cabo, sobreponiéndose al instante del que hemos sido testigos, como si hasta ese segundo hubiese estado en trance, para rematarlo con una frase terrible: «Siento su miedo y parece que puedo escuchar sus gritos. Puedo imaginarme la escena, desde cómo se los llevaron hasta que llegaron aquí, cómo fue ese camino, cómo les trataron. Y cómo les mataron».

Ellos eran sus hermanos, sus amigos.«Eran mi familia. Y me los arrebataron», dice esta mujer de espíritu fuerte y entusiasta, que ha desafiado a la edad, a los fantasmas del pasado y al dolor para subir al monte de Estépar, al recién exhumado osario de la infamia donde fueron sepultados los suyos. «El corazón ya lo tengo curtido, pero no puedo evitar emocionarme estando aquí y evocando los recuerdos», confiesa. «Pero siento que es mi deber propagar esto para que la juventud se entere de lo que sucedió y para que no vuelva a repetirse nunca más. ¡Creo que debo pregonarlo!», exclama esta mujer que sufrió el exilio y persecución por ser hija de una maestra,Casilda Sáez, que durante años tuvo una escuela clandestina en Burgos, en la calle Padre Flórez, donde enseñó los valores educativos de la República.

Tuvo la ocasión de explicar a tres jovencitas cuanto ocurrió en Estépar en 1936. Tomás Alonso

Camina despacio pero con agilidad por la tierra removida apoyada en un bastón y del brazo de Pura, la mujer boliviana que la cuida y mima desde hace unos años «y que es un tesoro, una joya», asegura con gratitud. Victoria Gómez, que así se llama esta burgalesa de rompe y rasga pero a la que gusta que le llamen Nenita, como le decía su padre, un maestro republicano asesinado en Santander, había estado muchas veces en Estépar y participado en homenajes.

Pero esta vez ha sido diferente. Después de la exhumación de setenta cuerpos no podía ser de otra manera. «Me cuesta no guardar rencor, pero he tenido que perdonar. Es que nos hicieron mucho daño.Destrozaron nuestras vidas. Y eso duele, duele mucho. Y con todas aquellas vidas, con aquellos cuerpos, se enterraron las ansias de progreso, de libertad, aquellos ideales.Ideales que ya no hay porque no hay más que individualismo y materialismo. Y ahora, aquí, se me remueve el estómago y el corazón.Es muy duro».

Antonio, Luis, Luciano y Luis Próspero están en el corazón de Nenita.Que ahora se puedan rescatar sus cuerpos no alivia el dolor de su violenta pérdida, pero sí le parece un acto de justicia. «Es conmovedor el proceso de la exhumación, y muy duro. Pero es necesario, aunque este Gobierno haya recortado las ayudas y cada vez sea más difícil». Recorre con los ojos Nenita el desolador paraje de Estépar, la huella indeleble de las fosas abiertas que ahora unas máquinas se afanan en tapar.  A la visita de Nenita a este lugar de horror han asistido por casualidad un matrimonio interesado en la historia y tres niñas: Ioar, Lucía y Alicia. Al pie de la lápida ellas se sientan a escuchar a la anciana, que les cuenta la historia de lo que allí sucedió. Nenita sabe narrar y tiene sentido del humor, a pesar de todo. Sin embargo, las niñas no pueden evitar emocionarse. Es imposible: allí nada es capaz de acallar el aullido del dolor y de la muerte.