domingo, 8 de abril de 2012

El Gobierno dará más dinero para abrir fosas del franquismo que los socialistas

Recorta un 60% las ayudas a la memoria histórica, pero dedica todo a exhumaciones

El País.08/04/12

Paradoja. El Gobierno de Mariano Rajoy ha pegado un hachazo del 60% a las ayudas para actividades relacionadas con la memoria histórica en los Presupuestos de 2012. De los 6,2 millones de euros de 2011 (con Zapatero en el poder) se pasa en 2012 a 2,5 millones. Pero según fuentes del Ministerio de la Presidencia, esa cantidad se dedicará exclusivamente a exhumaciones, con lo que, en la práctica, el PP, que se negó por ejemplo a facilitar datos para el mapa de fosas, dará este año más dinero para abrirlas que el Gobierno socialista, que aprobó la Ley de Memoria Histórica por la que se conceden estas ayudas.

En los Presupuestos de 2011, el Ejecutivo de Zapatero concedió 1,9 millones de euros a exhumaciones muchas de ellas incluían también identificaciones de ADN y monumentos honoríficos—. Si el Gabinete del PP destina toda la partidada de 2,5 millones a exhumaciones, concederá hasta casi 600.000 euros más a la apertura de fosas que los socialistas. En total, desde 2006, el Gobierno de Zapatero destinó unos 20 millones de euros a actividades relacionadas con la recuperación de la memoria histórica, pero menos de un 30% para exhumaciones.

Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, admite que las subvenciones del Gobierno de Rajoy que recogen los Presupuestos de 2012 le han sorprendido. “Pensábamos que no iba a haber ninguna por la manera en que el PP se ha referido siempre a la Ley de Memoria Histórica y porque en un contexto de crisis parecía que tenían la excusa perfecta.

No aportó datos para el mapa de fosas. Ahora prevé 2,5 millones para abrirlas

El recorte del 60% va a impedir que se hagan muchas investigaciones y se recabe nueva información y testimonios sobre los desaparecidos y la represión pero, en la práctica, lo cierto es que van a dar más ayudas a las exhumaciones, porque con el Gobierno del PSOE, en contra de lo que se pensaba, las subvenciones a apertura de fosas no eran ni el 30% del total del dinero que Presidencia daba a actividades relacionadas con la memoria histórica”.

Francisco Etxeberria, el forense que más fosas del franquismo ha abierto (más de un centenar), asegura: “Con este dinero vamos a poder mantener el ritmo de recuperación de unos 300 esqueletos por año”. En cualquier caso, advierte del riesgo de que familiares de las víctimas intenten abrir las fosas por su cuenta: “Sería una irresponsabilidad porque se perdería mucha información; es decir, pruebas”.

El juez se pone “a disposición” de las familias de la fosa de Burgos

N. J.

El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León asegura en una nota que los juzgados de Villarcayo (Burgos) se ponen “a disposición de los familiares” de los 13 fusilados en las dos fosas de Espinosa de los Monteros exhumados esta semana. En el escrito, explican que si ningún juez acudió a las exhumaciones fue porque en el escrito que los familiares de las víctimas le presentaron el pasado 23 de febrero no entendieron que les estuvieran reclamando “ningún tipo de auxilio judicial”.

El auto del Tribunal Supremo del pasado 28 de marzo establece que la competencia sobre las fosas del franquismo es de los jueces territoriales.

Desde el año 2000 se han abierto en España casi 300 fosas del franquismo y se calcula que quedan por exhumar otras 1.200.

Abrí la fosa de mi padre con las manos

Al morir Franco, Esperanza Pérez investigó pueblo a pueblo el paradero de 8 familiares fusilados

Terminó exhumando a 150 víctimas del franquismo

Esperanza Pérez Zamora muestra una fotografía de su padre.

“Yo tenía 18 meses cuando fusilaron a mi padre. Mataron a ocho de mi familia. Los falangistas fueron a buscarles a las eras, al campo, donde estaban todos trabajando. Iban a por mi padre, querían tomarle declaración, dijeron. Pero mi abuelo dijo: ‘Donde va mi hijo voy yo’. Y su sobrino, lo mismo. Y así, se los llevaron a todos. Ya no les volvimos a ver”, recuerda Esperanza Pérez Zamora.

Acaba de cumplir 77 años y hace 35 estaba recorriendo pueblos, buscando pistas sobre el paradero de sus familiares para abrir las fosas donde se encontraban. Hoy, incluso el partido que tanto criticó la memoria histórica, ahora en el poder, apoya y planea subvencionar las exhumaciones. Pero entonces, cuando Esperanza Pérez empezó a hacerlas, justo después de la muerte de Franco, solo expresar en público el deseo de abrir las fosas del franquismo era peligroso.

Fui a ver al asesino. Le dije: ‘Mañana más te vale que me digas dónde está

“Muchos me insultaban. ‘Puta comunista’, me decían. O directamente, me cerraban la puerta en las narices en cuanto les decía por qué estaba allí. Todavía había mucho miedo. Solo me ayudaron mujeres en una situación parecida. Alguna me cogía de la camisa por el pecho, me metía dentro de su casa y me contaba en voz muy bajita lo que sabía. Una señora me dijo: ‘Subía la gente a ver a los muertos como en una procesión. Los habían dejado mal enterrados. Fue una vergüenza...”.

Esperanza tardó tres años en encontrar a todos sus familiares. “En el momento en que salió Adolfo Suárez, fui a por ellos. Mi marido, que es taxista, dejó de trabajar para llevarme de un pueblo a otro, a preguntar a la gente si sabía algo. Tenía que volver muchas veces a la misma casa para que me contaran cosas. Al principio estábamos muy solos, pero luego nos fueron ayudando familiares de otros fusilados”.

Esperanza tenía a sus familiares repartidos por varias fosas en distintos pueblos. El paradero de su padre se lo dijo el mismo asesino. “Me dijeron el nombre del falangista que le había matado y esa misma noche fui a verle. Era 1977. ‘Soy la hija de Juanón y sé que usted le dio el tiro a mi padre. Mañana a las nueve de la mañana más le vale que esté usted en las tierras que tiene en Villamuriel para que me diga exactamente dónde está enterrado’, le dije. Se quedó blanco. Al día siguiente se presentó allí con la Guardia Civil. Los agentes me pidieron un montón de papeles, pero al final, el asesino señaló el sitio”.

En las fosas de mujeres salían unas trenzas larguísimas. Fue muy duro

Esperanza abrió tres fosas en Villamuriel, cuatro en Villamediana, cinco en Magaz, dos en Valdespina y una en Valoria la Buena, todas en Palencia. “En total recuperamos unos 150 cuerpos. Teníamos una pala, un azadón y un cepillo. Pero todo lo hacíamos con las manos, con las uñas, un día y otro día, hasta que terminábamos. Luego metíamos los restos en sacos. La excavadora que utilizamos alguna vez, la pagamos a escote entre los familiares”. Aún guarda aquellas facturas. “Es lo mejor y lo más difícil que he hecho en mi vida. Pero fue muy duro. En la primera exhumación pensé que me iba a dar algo y que me iba a morir allí mismo yo también. Tener una calavera en la mano y pensar que es de tu padre es terrible. En Villamediana, por ejemplo, los restos estaban cubiertos de cal y las faldas de las mujeres se veían todas blancas. Aún conservaban larguísimas trenzas. También encontraba botas, cucharas, monedas...”.

Esperanza calcula que en total debió poner de su bolsillo un millón de pesetas. “Por cada cuerpo que sacábamos teníamos que pagar 1.000 pesetas al Ministerio de Sanidad, por eso no declaramos a todos. Entonces no había ADN y enterrábamos a muchos juntos. Vendimos los dientes de oro de uno y nos dieron 14.000 pesetas para seguir exhumando. Otro señor que se enteró de lo que estaba haciendo me dio 20.000 pesetas y así íbamos tirando. Era mucho dinero y muchos trámites: había que ir a la sede del Ministerio de Justicia a Madrid, y a Sanidad, y luego hablar con el alcalde del pueblo...”.

En cuanto terminó las exhumaciones, se puso con las pensiones. “Empecé a buscar a viudas de fusilados para explicarles que podían pedir la pensión. A algunas les daba todo tanto miedo que no querían ni llevarse los papeles para no tenerlos en casa. ¡Y Franco ya había muerto! Otras no sabían escribir y para firmar tenía que llevarlas yo con la mano sobre el papel”.

En 1979 ya había terminado su misión, exhumado a sus familiares, celebrado dos funerales y enterrado a los fusilados en cementerios. “El día que terminé sentí mucha felicidad y mucha tristeza. Ese día le pude decir a mi madre: ‘Ya está’, y lloramos las dos todo lo que nos dio la gana. Me abrazó como nunca me había abrazado y solo por eso ya valieron la pena todos los malos ratos”, explica Esperanza. “Tuve muchas pesadillas. Por la noche, en la cama, me veía a mí misma dentro de una tumba, rodeada de huesos. Miedo creo que no tuve nunca. Cuando murió Franco, abrimos una botella de champán y luego me vine como una fiera a España a buscar a los míos. Entonces estaba en Bélgica. Todo lo que quedó de nuestra familia después de la guerra se había refugiado en otro país. Creo que he sido valiente. Y estoy muy orgullosa de haber hecho lo que hice”.